Acusan a sacerdote de desvalijar la parroquia de El Naranjal

21/11/2025

 

Héctor Tecalco.

Reporteros de las Altas Montañas. 

 

NARANJAL, Ver.–La comunidad católica de Naranjal amaneció con una noticia que dejó a más de uno con el ceño fruncido y el rosario temblando entre las manos. Tras el cambio del padre Delfino a otra comunidad, feligreses descubrieron que la casa parroquial quedó vacía, deteriorada y sin un peso en la caja, pese a que el sacerdote afirmó públicamente que dejaba 25 mil pesos en fondos disponibles.

 

Según relataron encargados de capillas y vecinos, el sacerdote habría retirado toda la utilería doméstica, desde los trastes y utensilios de cocina, hasta muebles, electrodomésticos y artículos básicos. Uno de los feligreses incluso ironizó: “nomás porque no había tornillos en las ventanas, si no también se los llevaba”. La escena que encontraron ha sido descrita como una vivienda desmantelada, donde las habitaciones quedaron casi al nivel de una construcción abandonada.

 

A esto se agrega que la camioneta parroquial, utilizada para tareas comunitarias, quedó presuntamente en mal estado mecánico, con señales de abandono y sin mantenimiento reciente. Varios fieles señalaron que el vehículo “ya ni para una procesión alcanzaba”, y que su deterioro no coincide con los recursos y donativos que se entregaban de manera regular.

 

La propia casa parroquial presenta goteras, fisuras, humedad, paredes dañadas y un evidente descuido estructural, lo que ha despertado sospechas entre la comunidad. Algunos creyentes consideran que el sacerdote no vivía realmente en la casa, sino que únicamente acudía a oficiar misas y recolectar los ingresos pastorales.

 

“Nos hizo creer que aquí dormía y rezaba… y parece que solo venía a pasar lista”, mencionó un colaborador, señalando la contradicción entre el deterioro de la vivienda y la actividad económica que presuntamente sí se mantenía en el templo.

 

La molestia aumentó cuando, al revisar la caja parroquial, no encontraron los 25 mil pesos que el padre Delfino aseguró haber dejado en su última misa. Esto generó incertidumbre y desconfianza, ya que ese recurso estaba destinado para gastos inmediatos como reparaciones menores, apoyos comunitarios y administración básica.

 

Feligreses han solicitado a la diócesis una investigación formal y una revisión administrativa completa, pues consideran injusto que la comunidad quede con un templo deteriorado, una casa parroquial en ruinas y un vehículo en malas condiciones, mientras el sacerdote fue reubicado sin aclarar el estado en que entregaba la parroquia.

 

Además, la situación se vuelve más delicada al ser comparada con el reciente caso de Huatusco, donde el nuevo padre de San Antonio inició su gestión duplicando el precio de las misas especiales. Para algunos creyentes, este patrón de irregularidades empieza a parecer “una epidemia espiritual con fines financieros”.

 

La indignación se respira en las calles de Naranjal, donde los fieles se preguntan cómo es posible que un templo que funcionaba gracias al esfuerzo colectivo termine en estas condiciones. La frase que más se repite entre los creyentes:“Los bienes de la iglesia no son de un padre, son del pueblo”.

 

Entre mudanzas milagrosas, cajas vacías y camionetas desvieladas… parece que en algunas parroquias el único espíritu que se manifiesta es el del desaparecer todo menos las cuotas.


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